Jacques Louis David y la Revolución
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La vida de Jacques-Louis David estuvo marcada por los grandes cambios vividos desde la convocatoria de los Estados generales en 1789 a la conformación del imperio napoleónico y a su fin con el congreso de Viena.
La obra del artista representó a la vez un homenaje y una contribución a los valores y a la estética de la Revolución, configurando entre otras cosas algunos de los grandes imaginarios alrededor de la misma. Una vez que David adopta los valores revolucionarios, participa activamente de los acontecimientos de 1789 y propone junto con los conocidos «académicos disidentes» la abolición de la Academia Real, en 1793 es nombrado como presidente del club jacobino y Secretario de la Convención.
Después del encuentro entre David y Napoleón en 1797, el artista cede a la fascinación del futuro cónsul y emperador, a tal punto que dice a sus alumnos: «Napoleón es un hombre ante el cual se hubiesen alzado altares en el mundo antiguo; sí, amigos míos, Bonaparte es mi héroe». Una vez derrotado el imperio napoleónico y con la afirmación de la restauración absolutista en el congreso de Viena, el artista se exilió en Bélgica, donde no dejó de pintar.
Retomó los temas mitológicos y los trató con sutil ironía. Su interés se volcó sobre la representación de la belleza ideal. A sus 70 años, después del entusiasmo y de las desilusiones de la revolución, del triunfo y de la caída del imperio, quedaba solo la belleza del cuerpo y del espíritu.
¿Qué vivirás en esta conferencia?
En este curso viviremos la cuádruple experiencia revolucionaria en la obra de David. El punto de partida son los primeros años de carrera, donde logró ocupar un puesto como artista de corte y cuando, después de haber ganado el Prix de Rome, se convierte en un aclamado artista del reino, justo unos años antes de que estallara la Revolución Francesa de 1789.
El segundo momento, consiste en el análisis de su trabajo político-pictórico, como artista de los revolucionarios jacobinos y su papel en la organización republicana del museo del Louvre.
El tercer momento, tiene que ver con el final del sueño jacobino y la admiración por Napoleón, que transformó a David en el artífice número uno de la iconografía del emperador de los franceses.
Por último, el cuarto y último momento, tiene que ver con el desencanto y la soledad en el exilio que pusieron a David el desafío por volver a pensar el arte, más allá de sus años más prolíficos como pintor de un reino, una república y un imperio, que se habían convertido en una cosa del pasado, aunque Europa y el mundo no volvieran a ser los mismos después de 1789.
Sesión 1. David, pintor de Corte y el Prix de Rome.
Sesión 2. David, el pintor de la Revolución y del jacobinismo.
Sesión 3. David, pintor de Napoleón para la gloria del Imperio.
Sesión 4. David, pintor para la historia.
Panelista
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